En algún sitio
Con esta
luz
y este
calorcillo,
sí se amodorra el cuerpo,
¿qué hago?
El cable del teléfono está solo,
no
surcan las nubes tus palabras,
entonces estoy
solo.
¿y que hago?
Y, además, hoy
no es día para
sembrar
los tímpanos
de
palabras que vuelan
entre
cuatro muros.
Palabras que el excelso maestro
de
los tiempos.
escupe
sin
compasión.
Déjame tu sonrisa entre mis
papeles.
Yo, peregrino de las avenidas,
pámpano
sublime alzo
mis manos
sobre la cerviz
de mi parte
más alta,
y venero los valles, las rocas,
tu imagen,
y
maldigo las avenidas,
las losetas,
las
multitudes máquinas,
ya
vienen, en busca de la tarde,
las
golondrinas de todos
los
años.
Déjame
tu sonrisa para mañana.
En
un cuenco llevo mis
palabras,
y con
el vaivén se van
derramando,
al
final del camino queda reseco.
Como
arreboles surcados por
incansables
milanos se
vuelve
tu figura.
El
nenúfar
y
los claveles sonrojados
por tu mirar
se apartan de mi camino,
y
camino erigiendo trémulas pisadas
que
van quedando
en el recuerdo.
Y
después, la noche laureada,
compungida de gemidos
amenaza
abandonar las
sábanas,
Y, más tarde las muchedumbres
se
agolpan sobre
el espanto del alquitrán.
La
jaula, un día, quedó dormida en el
silencio.
las cornetas de oro se volvieron
un
penacho de notas
horrorizadas entre el espacio,
entre el rodar de engranajes
y el claxon matutino
disfrazado
de centauro asesino.
Mientras las agujas se vuelven
paralelas,
detengo
mi
tiempo
para
posarme
en
mi recuerdo,
en
un mes de marzo,
en
una primavera olvidada,
en
una vasija de tinto,
en un agujero que mañana no quiero
ver
en na sonrisa de perlas,
en unos ojos de ágata,
en ti.
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